domingo, 25 de julio de 2010

VIVA EL ELIXIR DE LOS DIOSES

LOS PULQUEROS

En mi infancia adoraba salir con mi padre y sobre todo con mi abuelo. Recuerdo siempre las primeras ocasiones en que me llevaron a la Vega de Metztitlan, lugar que para mí era lo máximo; implicaba salir de casa, comer en el campo alrededor de una fogata junto al rio o la laguna, o debajo de un gran sauce y, sobre todo escuchar las historias que se contaban al finalizar la comida.
Algo que recuerdo es la presencia de un icono de esta zona (por desgracia a punto de extinguirse) es la presencia de Los Pulqueros; sé que suena extraño para la mayoría de ustedes. Para las personas del centro del país, específicamente para los Hidalguenses no es raro; ya que este estado en la época prerrevolucionaria y posterior a está, fue hogar de las grandes y hermosas haciendas pulqueras que surtían a la gran mayoría de las pulquerías del Distrito Federal.
En esta zona se produce aún el pulque en forma artesanal y su consumo es local. Pero en los primeros años de mi infancia era común ver la llegada de decenas de Pulqueros con sus mulas cargando 2 enormes botas de pulque en cada bestia (las botas son 2 enormes bolsas, creo hechas de piel de ternera, nunca supe si el orificio donde se servía el pulque eran las patas delanteras o traseras). Imagínense 30 personas con 2 mulas cargas de pulque en fila india descendiendo de la montaña (provenían de La Meza, lugar rico en magueyes).
Pero lo más gracioso era ver llegar la gente cuerda. Se iniciaba la jornada de trabajo temprano ya sea cosechando maíz o frijol; una vez hecho el arribo de nuestro personaje en cuestión comenzaba la ingesta del pulque con bastante ahínco por todo mundo he de reconocer (nunca escuche que se quejaran jajajajaja); agarraban unas borracheras de pronostico que lo único que se cosechaba era la paga para la carga de pulque. Por cierto, la cual era pagada con una carga de maíz o frijol. Los únicos gañanes como han de imaginarse eran los pulqueros y nosotros que aprovechamos la ocasión para ponerse medio pedos o bajarles la lana para comprar golosinas o cualquier otra porquería.
Hoy día es rarísimo encontrarse por los caminos del Valle a este icono de lo que es la Reserva de la Biosfera de Metztitlan. Los años pasan, la vida pasa y cada día nuestra infancia parece tan lejana.